jueves, 25 de abril de 2024

REINA BRUJA

Pues a ver, todo esto comenzó por una fiesta de disfraces. MI fiesta de disfraces. El tema que propuse para este año fue "música". Varias de mis amigas no sabían de qué artista caracterizarse, así que me la he pasado viendo videos de hace dos décadas para ver qué lograba encontrar. Alrededor de esa misma semana una de ellas compartió una story de un concierto de Mercedes Nasta. Esta mujer es la autora de mi columna favorita de la revista que mencioné en la entrada pasada, la ya extinta NYLON México. En ella escribía acerca de moda desde un punto de vista más cotidiano y reflexivo. Y como últimamente ando en un paseo por la nostalgia, recordé uno de sus textos acerca de Stevie Nicks, la vocalista de Fleetwood Mac.

Conozco a la banda, escucho su música, pero nunca había visto uno de sus videos y si la hermana de Mercedes se había vestido como ella significaba que tenía un look característico que podría servir para un disfraz en una fiesta. Así que comencé a buscar videos.

Quedé maravillada con el estilo de Stevie Nicks, para mí lucía como una reina bruja: con sus vestidos negros, de telas ligeras, largos y con mangas acampanadas. Me gustó aún más cómo diferenció su dos facetas como artista: por un lado la vestimenta negra y oscura para las apariciones con Fleetwood Mac y, por otro, el mismo tipo de atuendo pero en blanco, cual Galadriel, para sus conciertos como solista.

Sobra decir que me obsesioné. Todo gracias a un comentario bobo en uno de esos videos en YT acerca de un "experto" reaccionando a un video. Ahí fue cuando caí en cuenta de que Stevie había mantenido una relación amorosa con uno de sus compañeros en la agrupación. ¿Chisme rosa? Apúntenme para saber más. El chiste es que después de mucha indagación, pues nada, me dio un poco de tristeza cómo acabaron las cosas entre ella y Lindsey Buckingham. Que éste no pudo soportar que Stevie fuera tan maravillosa y lo sobrepasara. Pensé en las palabras de una de mis jefas cuando dijo: "Yo no salgo con escritores", y toda la plática que derivó en la que una editora mencionó que a una de sus exparejas, con la que compartía profesión, también le molestaba que ella tuviera más reconocimiento.

En fin. Gracias a Nicks ahora también quiero ser bruja. No tengo mucho en mi guardarropa —por ahora— para emularla. Al día siguiente de este rush que me dio usé un vestido negro de tul y mis flats tipo ballet pensando en su mítica portada del álbum Rumours. Rindo tributo a tu legendario estilo, Stevie. Tu silueta y actitud me hechizaron.

lunes, 22 de abril de 2024

HERE I AM AFTER SO MANY YEARS (WELL, NOT THAT MANY)

Pues como el título menos título de la entrada lo dice, estoy de vuelta, o así parece, o eso espero. Tal vez logre la constancia, tal vez no. Pero aquí yace de nuevo mi esperanza en comenzar a escribir de nuevo, de lo que sea, aunque más de lo que me gusta, de lo que me obsesiona. De deshacerme de esta abulia que no me permite escribir ni un párrafo. Para mí, redactar esta entrada de forma medianamente decente, con algo de coherencia, pensando que sé más que cuando empecé este blog se siente como un logro. 

También hice un rediseño inspirándome (copiándome) de la columna que más amaba de cuando tenía 15 años: una de mi querida revista de moda NYLON. Hace poco me acabo de enterar que van a volver a imprimir la edición gringa y, al parecer, uno de los antiguos directores creativos que, para mí era la gran mente maestra detrás de esta publicación (y que corrieron a los pocos años por culeradas, según yo), va a regresar. Así que ¡enhorabuena! Vuelve NYLON papel, vuelvo yo. El eclipse sí hizo milagros. Conjuros. 

De verdad que ya tenía mucho tiempo que ni siquiera abría esto. Lo dejé abandonado como se abandonan realmente las cosas: sin mirar atrás. Así que fue una sorpresa ver que mi última entrada fue en 2020 con un crítica de un documental y que, además, antes de esa había otra crítica. Fue lindo ver que realmente nunca he dejado de escribir, que siempre he querido decir muchas cosas. Aunque no siempre pienso que lo hago bien o peor, que siento que nadie me lee y digo: "what's the point?".

Escribo esto mientras escucho —y veo de reojo— un concierto de The XX. También a ellos los conocí en mis quince, nunca fui la más fan de las fans, solo me agradaban. Pero desde hace un par de años, mi memoria trajo de vuelta un recuerdito, algo que mi mejor amiga de la prepa me dijo en esa época. No pude soltarlo y entonces busqué y busqué y busqué y escuché y escuché. Básicamente el modo en que me obsesiono con las cosas. Y hubo casi un año entero en que diario reproduje Crystalised de forma religiosa. Desde ese entonces no se han vuelto a ir de mi dieta musical. 

Qué bonitos los regresos: después de haber cambiado, después de haber ido a terapia, de no tener miedo a cambiar gracias al haber ido a terapia.

Más cosas se dirán, pero por el momento esto es suficiente.

sábado, 14 de marzo de 2020

Familia de medianoche: adrenalina con efecto Doppler

Las calles nocturnas de la Ciudad de México se suceden en pantalla a veces a una velocidad vertiginosa, a veces estáticas, apacibles. Al llegar la noche, la capital se convierte en un cúmulo de destellos neones. Los semáforos no son los únicos encendidos en esta caótica metrópoli, lo están también las luces de la ambulancia de la familia Ochoa cuando conducen con celeridad cuando una emergencia se suscita.

El documental Familia de medianoche sigue las peripecias de los Ochoa, quienes tienen como sustento el manejo de una ambulancia privada. En la Ciudad de México la cantidad de ambulancias públicas disponibles para una población de millones de habitantes no rebasa los dos dígitos. La necesidad es grandísima, por lo que se ha convertido en un negocio de particulares.

Con tal demanda parecería un negocio redondo, sin embargo, cada noche estas personas deben arreglárselas para que la gente pague la asistencia brindada, ya que no faltan los pretextos como "yo no pedí el servicio" o "no tengo dinero". Más veces de las que se quisiera, los parientes de los afectados no saldan la deuda, a pesar de que su conocido ya fue trasladado al hospital y se hizo uso de material médico para curaciones, hemorragias o anestesia, ya no se diga la gasolina del vehículo.

Esta cinta, dirigida por el norteamericano Luke Lorentzen, ganó el Premio a Mejor fotografía en Sundance 2019, Mejor documental en el Festival Internacional de Cine de Guanajuato (GIFF) y el Premio Mezcal a Mejor Película en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG).

En ocasiones, los propietarios de las ambulancias tienen que competir por los pacientes. Forman parte de peligrosas carreras automovilísticas para ver quién llega más rápido al lugar del incidente y lograr ganar al cliente. De igual forma, algunas mantienen un tipo de convenio con ciertos hospitales privados y cuando -aparentemente- las clínicas públicas están saturadas, los trasladan a esos. No obstante, en la parte final del documental se ven las consecuencias fatales que esta situación conlleva.

Un aspecto digno de aplaudir es que no deja que el morbo robe la atención, dada la temática de la película. No se muestra en ningún momento el cuerpo de los accidentados y evita al máximo sus rostros.

Es un documental que, acompañado de muchas risas y momentos graciosos, auspiciados sobre todo por el más pequeño del clan Ochoa,  muestra lo que vive la gente que se dedica a este negocio y que, así como en muchos otros sectores donde la situación no está regulada, implica inconvenientes para ambas partes, no solo para quienes requieren de una ambulancia, sino también para quienes prestan el servicio.